Un minuto, un nuevo tiempo

 

En la sala de reuniones de la empresa Tiendas Valero, el aroma a café recién hecho flota en el aire, apenas un consuelo frente a la importante decisión que está a punto de comunicarse. Don Emilio, presidente y máximo accionista, ha puesto fecha a su jubilación y es el momento de nombrar un sucesor entre sus dos hijos, Alfonso o Sofía.

El reloj de la pared marca las 11:59 y el segundero avanza con un ritmo que desafía las leyes del tiempo. Padre e hijos están sentados alrededor de la enorme mesa de caoba, rodeados de imágenes simbólicas: la primera tienda de barrio familiar y la reciente inauguración del innovador centro logístico de Zaragoza. Al fondo, el retrato del bisabuelo y fundador como espectador mudo de una nueva etapa. ¿Quién tomará ahora las riendas de la empresa? Solo puede haber un patrón, así era la tradición.

Desde hace meses, las apuestas corren entre los empleados. Algunos dan por hecho que Alfonso, el primogénito, el más lógico, será el elegido. Otros, aunque en menor número, confían en que Sofía se hará con el liderazgo, cautivados por su audacia y visión. Todos tienen una opinión. Pero, en este preciso instante, la única que importa es la de don Emilio, y nadie, excepto él, sabe lo que va a pasar. Las expectativas de toda la empresa, junto con las miradas curiosas, pesan sobre el aire de la sala, cargando de presión cada segundo.

El rostro de don Emilio transmite la confianza de haber meditado la decisión acorde a sus abundantes canas, aunque sus ojos lagrimosos no pueden esconder el coctel de emociones que vive. Cada gesto acompasado por una respiración profunda envuelve un momento trascedente, no solo para la empresa, también para él y su familia.

A su derecha, Alfonso mantiene una expresión rígida, casi como una estatua de hielo, aunque una pequeña gota de sudor asoma su frente desvelando que en algún momento podría descomponerse. Sus manos se cruzan apretándose entre sí, como si corazón y razón se presionaran. Su cabeza gira hacia su padre esperando el ansiado mandato. Siempre había sido el hijo que cumplía las expectativas y en su trabajo durante veinte años en la empresa también: responsable, metódico, la imagen del sucesor natural.

A la izquierda, Sofía también guarda silencio. Muestra una dulce sonrisa de aparente tranquilidad, aunque debajo de la mesa sus pies dan pequeños toques al suelo apenas imperceptibles al ritmo de cada pensamiento. Sabe que la tradición va en su contra. Las probabilidades no están a su favor, no por falta de capacidad, sino por ser la segunda en nacer. Aun así, ha demostrado en sus siete años trabajando en la empresa, ser ingeniosa, dinámica, capaz de anticiparse a los cambios en el mercado con una agudeza que incluso su padre admiraba. Pero nada de eso le asegura ser la elegida.

El segundero avanza con una lentitud casi dolorosa para los corazones de la sala. Tic. Tac. El sonido se cuela en el silencio denso, transformándose en un eco que rebota en las paredes como un partido de tenis entre diferentes contrincantes: el hijo o la hija, tradición o traición, empresa o familia, pasado o futuro…

Don Emilio baja la vista hacia el dossier que tiene sobre la mesa. No hay nada que leer allí, nada que pueda ayudarle a pronunciar lo que ya ha decidido. Sus ojos se alzan, primero hacia Alfonso y luego hacia Sofía. Respira más hondo todavía, como si con ese aire reuniera el coraje para lo que está a punto de decir.

Levanta la taza de café con una lentitud exasperante. Da un sorbo. El segundero avanza.

«Lo que voy a decir», comienza don Emilio, su voz suena grave y rasgada, «cambiará el futuro de esta empresa. He meditado mucho sobre esto».

Sofía mira atentamente a su padre sin ni siquiera parpadear. Alfonso se inclina ligeramente hacia adelante, como queriendo acercarse a la verdad que tanto ansía escuchar.

Don Emilio vuelve a callar, como si las palabras pesaran demasiado. Dos eternos segundos más y prosigue.

«Durante estos años, he visto cómo ambos han crecido. Alfonso, tu dedicación, tu sentido del deber... Y tú, Sofía, tu visión, tu valentía. Ambos habéis superado mis expectativas. Pero esta decisión no es solo sobre quién merece más, sino sobre quién puede llevar esta empresa más alto».

 Cada segundo se alarga como una vida entera. La gota de sudor de Alfonso cae hasta su barbilla mientras la sonrisa de Sofía empieza a desvanecerse. El eco del reloj se funde con el latido acelerado de sus corazones.

 «Finalmente», continua don Emilio, «he llegado a una decisión… no conozco un equipo mejor que vosotros dos juntos». El reloj marcó las doce en punto. Lejos, un campanario suena como el redoble de un tambor anunciando el inicio de un nuevo tiempo.

 

 

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Autor: Inmaculada González Armero

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Nota:

Este cuento/relato es una obra de ficción creada con el propósito de fomentar el aprendizaje y la reflexión sobre temas relacionados con la empresa familiar. Aunque esté inspirado en situaciones y experiencias comunes en este ámbito, los personajes, hechos y escenarios descritos son completamente ficticios. Cualquier parecido con personas reales, vivas o fallecidas, o con eventos reales, es mera coincidencia. Este texto no está basado en ningún caso o empresa en particular, y no debe interpretarse como un relato factual o histórico.