Los tres hermanos

 

Llegó el día en que los tres hermanos Manrique heredaron el negocio familiar. Solo quedaba la granja en Segovia que su padre, con esfuerzo y sacrificio, había logrado mantener a flote. El resto de negocios de sus tíos fueron arrebatados por un competidor despiadado. La amenaza seguía presente. ¿Lograría la nueva generación preservar el último bastión de la empresa familiar?

Pero los hermanos tenían algo diferente en mente.

–¿Qué tal si lo hacemos a nuestra manera? – propuso el hermano mayor.

–Sí, ya basta de sobrevivir a duras penas – coincidió el mediano.

–Y de hacerlo por separado. Si trabajamos juntos, podemos crear algo más grande – añadió el menor.

Sus rostros se iluminaron en la primera reunión como socios. El hermano mayor desplegó sobre la mesa unos planos para ampliar la granja. Con entusiasmo comenzó a explicarles su visión: actualizar la maquinaria y desarrollar nuevos productos. Necesitarían una inversión de cien mil euros. El hermano mediano, hábil para las finanzas, se ofreció a conseguir el dinero. El pequeño siempre pensando en mejorar las ventas, a construir una marca propia y atraer más clientes. Así, empezaron a trabajar juntos. Su propósito, unir sus talentos para llegar más lejos.

Pero las cosas no tardaron en complicarse. Dos semanas después, el hermano menor recibió una visita inesperada en su oficina. Era el temido competidor, un lobo de los negocios, astuto y experimentado, de dos metros de altura, repeinado y con traje a medida. Su mensaje fue directo.

– Tus hermanos quieren quedarse con todo el negocio – le susurró.

Un escalofrío recorrió al hermano menor. Salió corriendo de la oficina diciendo que se marchaba y no quería volver a verle. Huyendo por la puerta, escuchó las últimas palabras del competidor.

– Apretaré los precios ¡apretaré y apretaré, y tu empresa me llevaré!

Ya a solas, las dudas comenzaron a rondar la cabeza del hermano menor ¿Tendría razón? ¿Por qué querrían sus hermanos dejarle al margen? Luego las suposiciones ¿Será porque no valgo lo suficiente? ¿O no me quieren? ¡La cabeza y el corazón le iban a estallar! Decidió guardar silencio sobre lo ocurrido. No sabía cómo decirles a sus hermanos que se sentía inseguro y más separado de ellos.

Una semana más tarde, el competidor visitó al hermano mediano con otro mensaje.

–Tus hermanos te están engañando y se están llevando dinero – le susurró.

El mediano, con los puños fruncidos conteniendo darle un puñetazo, le gritó que se fuera de allí. El competidor avanzó despacio hacia la puerta añadiendo unas últimas palabras.

– Apretaré los precios ¡apretaré y apretaré, y tu empresa me llevaré!

El hermano mediano, a solas en su despacho y sudando, fue invadido por la duda ¿Podía fiarse de sus hermanos? Empezó a recordar momentos de su infancia: aquel día que le castigaron injustamente por romper el cristal del comedor cuando fue culpa del menor que golpeó el balón; o cuando le quitaron la paga durante tres meses para pagar el curso en el extranjero del mayor, oportunidad que él nunca tuvo. Su rostro ya no reflejaba ilusión, sino enfado, y decidió no contar nada.   

Dos días después, fue el turno del hermano mayor. El competidor, con su acostumbrada frialdad, le dijo:

–Tus hermanos no valen y se aprovechan de ti.

El hermano mayor lo miró fijamente a los ojos y permaneció en silencio.

– Apretaré los precios ¡apretaré y apretaré, y tu empresa me llevaré! – añadió el competidor.

El hermano mayor lo acompañó a la puerta para salir y se despidió con un gesto que insinuaba que pronto se volverían a ver. Acababa de caer en la cuenta: la mayor amenaza no era el competidor, sino ellos mismos.

Se quedó un momento en silencio, mirando por la ventana de su despacho. Desde allí, podía ver las montañas de la Sierra de Guadarrama, majestuosas y desafiantes. La vieja granja en Segovia, rodeada de campos dorados y cielos despejados, no era solo una propiedad; era el corazón de la familia Manrique, el punto de partida de su travesía.

Inmediatamente reunió a sus hermanos y, sin rodeos, dijo:

–He recibido la visita del competidor, quiere arrebatarnos el negocio y ha señalado nuestros puntos débiles.

–A mí también me visitó, pero no supe cómo decíroslo – confesó el menor.

–Y a mí también, estaba tan enfadado que temí empeorar las cosas – añadió el mediano.

Los hermanos se dieron cuenta que el competidor arrebata negocios cuando sus dueños están divididos y no evolucionan. Deciden hacer un pacto:

«Cuidaremos de los tres pilares fundamentales: nuestra unión, nuestra confianza y nuestro propósito. Cuando aparezca un lobo, escucharemos y resolveremos juntos. Entrenaremos nuestra comunicación para resolver conflictos. Somos ya adultos, dejaremos atrás los viejos rencores y miraremos hacia el futuro como un equipo».

Sabían que no sería fácil, el lobo volvería a llamar a su puerta. Estarían listos para escucharlo, no como una amenaza, sino como una oportunidad para seguir creciendo. Los tres hermanos se dieron la mano sellando su pacto y luego un abrazo conectando sus corazones. Un rayo de luz irrumpió en sus caras, algo más grande que ellos estaba emergiendo.

 

 

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Autor: Inmaculada González Armero

Reflexiones

 ¿Cuáles son las primeras reacciones frente al conflicto?

¿Se tiende a evitar o enfrentar?

Existe una alternativa más efectiva: mejorar las habilidades de comunicación y resolución de conflictos.

Profundiza en los puntos señalados por el "lobo"

¿Qué necesidades individuales habría que chequear tras la primera visita?

¿Qué necesidades colectivas habría que chequear tras la segunda visita?

¿Qué más habría que chequear tras la tercera visita?

Entender las necesidades  es clave para mantener mejores relaciones.

¿Qué pasó en la generación anterior?

Algunos conflictos tienen su origen en generaciones anteriores. Quien no conoce su historia tiende a repetirla. Descubre cómo la consultoría sistémica ayuda a desenredar nudos del pasado que limitan el presente y futuro.

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Nota:

Este cuento/relato es una obra de ficción creada con el propósito de fomentar el aprendizaje y la reflexión sobre temas relacionados con la empresa familiar. Aunque esté inspirado en situaciones y experiencias comunes en este ámbito, los personajes, hechos y escenarios descritos son completamente ficticios. Cualquier parecido con personas reales, vivas o fallecidas, o con eventos reales, es mera coincidencia. Este texto no está basado en ningún caso o empresa en particular, y no debe interpretarse como un relato factual o histórico.